El espantapájaros susurró con la voz de la tierra
y le enseño a entender ese lenguaje extraño.
Descubrió el universo que solo pudo ver
cuando cerró los ojos,
y no quiso volver a mirar otros mundos,
con los ojos abiertos.
Aferró su cuerpito a esos trapos rellenos de paja.
Le prestó sus latidos,
y la tierra giró sobre si, uno y mil días.
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